lunes, 17 de mayo de 2010


Somos reproductores de realidad

Escribí hace unas semanas el texto que a continuación transcribo. Pero como carezco de conocimiento sobre física y matemáticas no lo tomen en serio (lo digo en serio). Al final, sin embargo, explicaré por qué ahora lo publico.
Los seres vivos somos reproductores. Los sentidos captan algo que la mente reproduce. Construimos así la realidad. ¿De acuerdo? Esta realidad la capta algo en nuestro interior (llamémosle sentido interno, yo, esencia, existencia en sí…): poco importa que el sí mismo sea producto del magín o una entidad independiente, como ahora consideramos la mente del cuerpo. El resto, pensamientos, mente, cuerpo, sentidos, es reproductor.

¿Cuál es la naturaleza del sí mismo? Luz. O por lo menos creo poder afirmar que nuestra esencia más interna, aquélla que ve el exterior, la que escudriña el paso de los pensamientos, la que se inunda de emociones, aquélla que provoca las reacciones, la que en última instancia edifica en su mente una idea del mundo, la voluntad, que la llamaron otros, en fin, eso es luz.

Existen, si no me equivoco, dos leyes fundamentales en física clásica –aunque la física es cuántica, no clásica-. A saber: que la velocidad de la luz es constante en el vacío y que no varía respecto de ningún sistema de referencia.

De estas leyes se desprende que si cualquier objeto se acercara a la velocidad de la luz, el tiempo se dilataría hasta el punto de detenerse si alcanzase dicha velocidad. Si esto es así, y lo es, quiere decir que el tiempo –ese flujo que creemos sentir- no existe, sino que lo que existe es una ilusión fruto de un equipo reproductor (cuerpo y mente) que reproduce la esencia como puede, a partir de datos de distinta índole que le arriban desde la esencia, como ondas lumínicas, sonoras o el sentido táctil.

La voluntad vive engañada creyendo que es finita debido al transcurso del tiempo -como ve cada día que le ocurre a su reproductor (insisto, cuerpo y mente) y a todo lo que la rodea-, porque viaja en este equipo reproductor que le muestra el sí mismo (la existencia misma) a una velocidad aparentemente cuasi estática y muy distinta de la suya -la de la voluntad, la del sí mismo-, que sería exactamente la velocidad de la luz, 300.000 kilómetros por segundo. Todo, sin embargo, es fijo. En esencia, la realidad cotidiana es fija en espacio y tiempo, pero el reproductor que nos separa de esa esencia proporciona datos a nuestra mente que interpreta mal (o quizás de la forma lo más adaptada posible, evolutivamente hablando, para la supervivencia del ser) y, en consecuencia, nuestro yo lee de forma errónea. Nuestro yo lee una ilusión espacial y temporal (nuestro día a día) porque cuerpo y mente así interpretan los datos que le llegan en forma de tacto, luz y ondas sonoras.

Si se consiguiera viajar a la velocidad de la luz, no es que el tiempo se detuviera, que también, es que cualquier cuerpo sería luz –la verdadera esencia- que es precisamente lo que somos ya ahora (ya que como en un sistema de referencia de movimiento, poco importa si se mueve un coche respecto de un peatón o un peatón respecto de un coche).
Hasta aquí el texto. Ahora los motivos. Me he leído un librito de colección que encontré de causalidad en un quiosco de mi barrio y que se titula La cuarta dimensión. ¿Es nuestro universo la sombra de otro?, escrito por Raúl Ibañez. El libro especula con la posibilidad de que exista una cuarta dimensión, más allá de la experimentada por nosotros, la del volumen.

Leyéndolo me vino a la mente la pieza antes transcrita y, rápidamente, relacioné el tiempo con la cuarta dimensión y con la idea de que cuerpo y mente no son más que meros reproductores que leen la esencia, esto sería esa cuarta dimensión. Al igual que–tal y como dice Raúl Ibañez- el punto divide a la línea en dos (izquierda y derecha), ésta a la superficie también en dos (delante y detrás) y la superficie al volumen de igual manera (arriba y abajo), la tercera dimensión o su transcurso sobre la cuarta, es decir, lo que nosotros percibimos como paso de tiempo, divide a la cuarta dimensión también en dos (pasado y futuro).

Como afirmaba en la pieza antes transcrita, la esencia –que vendría a ser esa cuarta dimensión- entonces sería estática, siempre presente.

Para imaginar cómo sería un objeto de la cuarta dimensión, el autor argumenta que de la misma forma que podemos representar en el plano una figura tridimensional, por método análogo se podrá trazar la sombra que produce un objeto tetradimensional en nuestro mundo. Afirma Raúl Ibañez que un cubo puede cercenarse en secciones que dibujarán superficies con formas geométricas diferentes dependiendo de la posición en la que lo cortemos (un cuadrado, la más obvia; un rectángulo, si está algo inclinado; un triángulo, desde el vértice; y un hexágono, cuando los vértices del triángulo tropiezan con los del cubo).

Imaginemos –prosigue el autor- que ahora un hipercubo o teseracto (el objeto tetradimensional) atraviesa nuestro mundo tridimensional, que hará las veces de superficie para un volumen. ¿Qué observaríamos, dice? Resumiendo, el autor razona que veríamos cubos, prismas, tetaedros, icosaedros según se talle al hipercubo por una cara cúbica, una arista o una superficie, o un vértice (en cuyo caso comenzaríamos por un punto).

O sea que, en el fondo, el uno es todo y el todo es uno. El punto contiene todas las dimensiones o ninguna. Es una línea, superficie, volumen o hiperobjeto –si existiera- en potencia. Captaremos un punto, una línea o un volumen en función de la dimensión desde la que observamos o de lo que se nos muestra de una esencia. Si un teseracto conforma figuras tan dispares en el mundo tridimensional, ¿no querrá decir que la cuarta dimensión es toda igual, uniforme, y que es vivir en la tercera dimensión –cuerpo y mente como reproductores- la que moldea esa esencia, o sea, a la cuarta?

En fin, la tercera dimensión no sería más que la carcasa, lo que percibimos a través de los sentidos. Sería “la encargada” de leer a la cuarta. ¿Por qué o para qué –en el supuesto que así fuera? Eso es otra cuestión. Diré, sin embargo, que tendemos a pensar que si la cuarta dimensión existiera abarcaría por encima a las tres que conocemos (línea, superficie y volumen). Pero quizás la cuarta sea la primera, la que constituye el tejido base del Universo, la dimensión de la que las demás emanan.

Por último, un alegato a favor de la cuarta dimensión. Es fácil imaginar un punto, una línea o una superficie y, en cambio, no lo es tanto imaginar un objeto tetradimensional. De ahí que, con facilidad, nos opongamos a la existencia de los hiperobjetos. Imaginamos con soltura un punto, una línea o una superficie porque los visualizamos por doquier. Sin embargo, ninguna de estas visualizaciones es correcta, ya que están basadas en la experiencia. Y nuestra experiencia es de tres dimensiones, no hay nada de una o dos dimensiones.

miércoles, 12 de mayo de 2010


Encima de pobres apaleados

Hace unas semanas oí a un sencillo comercial -como sencillo parece ser el gran economista- que la verdadera crisis llegaría a España en julio. Era la opinión más negativa que había escuchado en tiempo. Sorprendido por vaticinio tan lúgubre, le pregunté y me respondió que por círculos empresariales a la situación actual se la calificaba de precrisis.

Ya veremos, porque a la vez que Zapatero anuncia drásticos recortes sociales el INE confirma que España sale de la recesión.

Según afirmaba Salgado en septiembre de 2009, “los Presupuestos para 2010 que el Gobierno ha llevado este martes al Congreso tienen dos objetivos principales: conservar las prestaciones sociales y corregir el déficit del Estado gracias a la subida de impuestos y un recorte "sin precedentes" del gasto”. Vistos los recortes anunciados por Zapatero esta mañana en el Congreso, supongo que estábamos por entonces ante otro de los imperativos categóricos tales como: “Aprobaré el estatut que salga del Parlament de Catalunya”.

¿Por qué no se ha fijado un esfuerzo mayor en incremento de impuestos para las clases altas? ¿Por qué no se anulan fiestas e inauguraciones antes que recortar sueldos y pensiones? ¿Por qué no se elimina la lacra de la corrupción inherente al sistema político actual? ¿Por qué no acabar con el fraude fiscal -cuyo reajuste aportaría a las arcas del Estado entre 70 mil y 200 mil millones de euros, un 20% del PIB? (un poquito más de los 15.000 millones de euros que pretende ahorrar Zapatero con las medidas anunciadas)

Y el PP diciendo que él nunca lo hubiera hecho. Lo peor de todo es que en este país no hay más opciones...

lunes, 10 de mayo de 2010


¿Pero no estamos en crisis?

Este sábado estuve en la fiesta que el PSC celebró en el Parque Central de Nou Barris. El día anterior pregunté al coordinador de este partido en Barcelona, Enric Llorenç, cuánto costaba tamaño despliegue y me respondió que no lo sabía pero que “mucho”. Conste que no señalo al PSC en particular por derrochar dinero –pese a que los socialistas catalanes ocupan todas las poltronas de poder-, sino a todos los partidos en general.

Sea como fuere, el primer teniente de alcalde de Barcelona, Carles Martí, nada más ocupar la tribuna de oradores soltó: “Alguns diran: estem en temps de crisi, com pot ser que es facin festes?”. A lo que respondió que ahora más que nunca por dos motivos: uno, para estar con la gente y, dos, para dar ilusión y confianza en el futuro. Me sorprendió, sobre todo, la primera respuesta. ¿Cómo habla de estar con la gente con el pelotón de seguridad que acompañaba a la plana mayor socialista (léase Hereu y Montilla)?

viernes, 7 de mayo de 2010


¿Que si hay extraterrestres?

“¿Hay extraterrestres?”, pregunta el diario ADN en su edición digital. De cuanto en tanto, surge este debate en los medios o entre amigos. Ciertamente, sería extraño que nuestra especie anduviera sola en el cosmos, sin ningún otro ser que habitase rincón alguno del universo con el que pudiéramos entablar una comunicación parecida a la de los sapiens. Sin embargo, hasta la fecha la realidad es así de rara: no hemos contactado con nadie ni nadie lo ha hecho con nosotros. Bajo mi punto de vista –qué quieren que les diga- es muy extraño, al menos, en principio. Más cuando creo que hay vida extraterrestre muy avanzada en todos los ámbitos de conocimiento, pensables e impensables.

Con todo, ¿qué sustenta más tal afirmación: el deseo de no estar solos y de buscar respuestas que ni la ciencia ni la religión ni la filosofía ni el arte solventan o una argumentación racional de la existencia de dichos seres? Un poco de ambas, ¿no? ¡Qué grato sería topar con unos alienígenas millones de años avanzados que nos dijeran: “Tranquilos, pequeños humanos, que no estáis solos y esto es así o asá”! Que nos solucionaran los problemas y aniquilasen la angustia existencial, vaya.

El eminente astrofísico Stephen Hawking sostiene en el artículo del diario que, por cuestión de números, los extraterrestres deben existir. Estoy con él. Hace unos años asistí a una conferencia sobre exobiología en la que, entre los conferenciantes, se hallaban el exobiólogo Joan Oró y el astrónomo Fran Drake, con quien tuve la oportunidad de hablar cinco minutos. Drake ha calculado la probabilidad de que en nuestra galaxia, la Vía Láctea, existan extraterrestres con tecnología avanzada. La Vía Láctea contiene 100 mil millones de estrellas. Según su fórmula – cuyas incógnitas se van desvelando a medida que progresa el conocimiento-, y los cálculos hechos a partir de ella, en esta galaxia podrían coexistir entre 50 mil y un millón de civilizaciones avanzadas.

Y eso sólo para nuestra galaxia. Se calcula que hay otros tantos cientos de miles de millones de galaxias en el universo (cuando era pequeño solía leer que unos cien mil millones, ahora doy con cifras de hasta medio billón -500.000.000.000- y continúa creciendo). También recuerdo haber leído que en un puñado de arena, hay más granos que estrellas titilan a simple vista en el firmamento, pero que si contáramos los granos de arena de todos los desiertos del mundo, el número de estrellas que pueblan el cosmos sería aún mucho mayor. Son cifras para darse cuenta de que, por números, las posibilidades crecen. De la vida bacteriológica, que a veces se habla, estoy convencido de que la hallaremos hasta en Marte e, incluso, en la Luna. En la Tierra, se ha encontrado vida en los recovecos más inhóspitos (haya medrado allí o se haya adaptado, poco importa); a la mínima la vida detona por doquier. Imagino que es cuestión de tiempo que se confirme la noticia. Apuestas: ¿cuál se confirmará primero: la avanzada o la microscópica?

A todo esto hay que añadir que se busca vida bajo las premisas que conocemos que han tenido éxito en nuestro planeta (con agua, con carbono…), pero quizás existen formas exóticas de vida, las cuales somos incluso incapaces de reconocer. Pero a dónde me conduciría semejante especulación… que podría ser cierta, sí.

Volviendo a la pieza del periódico ADN, el astrofísico Sptehen Hawking –reproduce el diario- advierte que tengamos cuidado porque los alienígenas podrían ser unos parásitos o conquistadores o saqueadores, antropológicamente hablando. Pero ¿hay alguna autoridad en estos temas? No lo creo. Sí que hay quienes puedan opinar con más conocimiento de causa (biólogos, físicos, matemáticos…) pero autoridad, lo que se dice autoridad, cero patatero. ¿Cómo anticiparnos a las intenciones de dichos seres? Si algún día hacen acto de presencia, para bien o para mal, ya será demasiado tarde (aunque también podríamos ser nosotros quienes visitáramos de aquí a miles y miles de años una civilización más atrasada que la nuestra –y quién sabe si entonces sí que la arrasaríamos). Y otra cuestión algo más acuciante: ¿si realmente hay posibilidad de que exista vida alienígena muy avanzada, por qué no han contactado con nosotros?

Si echamos mano de los números aportados por la fórmula de Drake, de cada estrella que se estudie habrá en uno de los supuestos más optimistas un 0,000001 % de posibilidades de que ese astro contenga un sistema planetario que albergue una civilización tecnológica. O sea que para nosotros es difícil dar con ella (además tendríamos que disponer de los instrumentos adecuados para captar eventuales señales emitidas por dicha civilización, y que tuvieran la voluntad de comunicarse; arena de otro costal es detectar rasgos característicos de la vida en un planeta, porque para dicho fin ya hay métodos algo fiables). Sirva como ejemplo de la dificultad de dar con culturas alienígenas avanzadas que desde que se detectó el primer planeta orbitando a una estrella que no fuera nuestro Sol –allá por el año 1995, en 51Pegassi- “tan sólo” se han descubierto unos pocos centenares más y ninguno del tamaño de la Tierra, todos más parecidos a los gigantes gaseosos (la mayoría más grandes) y muchos de ellos más cercanos a su estrella que Mercurio del Sol.

Alguien podría objetar que una civilización, pongamos 5000 años más tecnificada que la nuestra o, mejor dicho, más avanzada que la nuestra –porque quizás el camino no sea la tecnología, ¿chi lo sa?- sí que nos hubiera encontrado a nosotros. Es verdad. Puede ser, ¡qué voy a decir!. “Pero entonces –me replicaría- ¿por qué no se presentan?” Y digo yo: ¿qué motivos les hemos dado para ello?, ¿tienen ellos motivos? De otra manera, ¿por qué nosotros íbamos a transfigurarnos en hormigas y decirles: “oye, que si queremos os podemos aplastar y podemos daros comida para el resto de vuestros días sin tener que currelar”?

Si algún día salimos al espacio con el afán de investigarlo previa adquisición de un notable conocimiento tecnológico y ético, ¿de verdad intervendremos en el proceso evolutivo de otros seres sin antes haber diseñado un protocolo que evalúe y fije la madurez exigible para ellos y nosotros antes de contactar? Ahora mismo, en nuestra época, en este siglo XXI, haríamos caso omiso a cualquier tipo de advertencia y nos abalanzaríamos sobre una cultura alienígena que pudiera reportarnos algún beneficio. Para muestra, contemplar las noticias de internacional de los medios de comunicación o hacer un somero repaso a la historia de los últimos siglos. Como no hemos alcanzado ese grado de madurez, tampoco hay que esperar un paso al frente de supuestos seres extraterrestres que nos llevaran observando desde hace milenios ...digo yo. Pero, como ya sabéis, todo esto no es más que especulación.

miércoles, 5 de mayo de 2010


Pseudópodos

No vemos nuestra consciencia aunque la sintamos, como las células no ven el cuerpo ni la persona de los que forman parte. ¿Suponen las células al ser humano?

¿Cada humano, cada ser que definimos vivo, es un cilio o un pseudópodo, un sensor para intuir el medio en el que la consciencia, a modo de enorme ser unicelular en una charca, pace?

¿La consciencia pace en nuestro universo y se vale de pseudópodos (seres vivos) para captar qué le rodea o los seres vivos (nosotros incluidos, lógicamente) le servimos para captar esta realidad sin perjuicio de que la consicencia también habite en otros universos?

Esto es especulación. Presupone que la consciencia exista al margen de la vida.

(De ese mismo blog)

martes, 4 de mayo de 2010


Humanidad espejo

Consciencias ficticias. Sólo somos espejos unos de otros. Nos produce náuseas vernos reflejados, contemplar lo que consideramos nuestro mal en otros. No es su mal, sino el nuestro.

(De un blog que un día tuve)