La propuesta del ministro de Educación, José Ignacio Wert, de concluir la ESO en tercero y añadir un curso a bachillerato y a FP, y pese a ello, mantener la escolaridad obligatoria a los 16, es más una ocurrencia que una reflexión medianamente meditada. El alumnado deberá cursar primero de bachillerato o de FP aunque luego no desee continuar ni con el primero ni con el segundo. Hace unos días, me comentó una excolega de profesión –ex, porque he sido yo maestro- que se hacía cruces del anuncio.
Hete aquí los motivos: con el sistema actual, los estudiantes de la ESO pueden obtener el título y, bajo el amparo de la ley, trabajar a partir de los 16 (si hubiera faena, se entiende). Con este mismo modelo, sin embargo, ya hay alumnos que no acaban la ESO y optan por ir a trabajar –al paro, quería decir- cuando cumplen la edad legal, con independencia del curso en el que estén. ¿Imaginan ustedes cómo es el día a día de algunos profesores y estudiantes en una clase donde hay alumnos que esperan a cumplir los 16 años para abandonar la ESO? ¿Imaginan la consiguiente repercusión negativa para quienes desean aprovechar los estudios? Pues ahora imaginen clases de primero de bachillerato y de FP ideadas por Wert.
En estas coexistirán –que no convivirán- alumnos que quieren aprovechar FP o bachillerato con alumnos que sólo deseaban obtener el título de la Secundaria obligatoria –sin ir más allá- y con aquellos que ni si quiera anhelaban lo anterior. Estos dos últimos grupos deberán esperar hasta que cumplan la edad legal para poder trabajar –sean meses, un curso o un año-, en una etapa educativa que –y ellos lo saben- de antemano nadie les obliga a superar. Ahora, por lo menos, todo el alumnado de la ESO tiene el aliciente del título. Espero que en la propuesta del ministro haya más de globo sonda que de ocurrencia.
martes, 7 de febrero de 2012
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